Siempre he creído firmemente en la mayor (llamémoslo así) "astucia" femenina. Mi hermana, cuatro años más pequeña que servidor, cuando aún eramos unos mocosos, conseguía ponerme en evidencia delante de mis padres. Recuerdo que cuando yo empezaba a tener uso de razón, ella solía decir tonterías y yo, que otra cosa no, pero siempre he sido intransigente con el error y un poquito orgulloso, intentaba convencerla para que dejase de decir aquellas cosas sin sentido. Recuerdo, por ejemplo, que ella decía que yo me tenía que casar con ella y eso era algo repulsivo para un niño que estaría en la edad de confesarse y hacer la primera comunión. Cuando mi capacidad de persuasión no lograba vencer su contumacia, acudía a mis padres para que fueran ellos los que zanjasen definitivamente el asunto y amonestaran a mi hermana con abandonar esas doctrinas erróneas y de perdición (la inquisición doméstica, como toda, contribuía así a la perpetuación de la verdad).
Sin embargo, ante la autoridad paterna (que para estos asuntos solía ser mi madre, pues mi padre quedaba para una segunda instancia a la que se solo se podía recurrir en supuestos excepcionales y tasados), mi hermana lograba parecer la que defendía las tesis correctas, mientras yo quedaba como el idiota que decía tonterías y, lo que es peor, con una edad inadecuada que debía tener preocupados a mis padres. Terminada la farsa -y no pudiendo imaginar en mi candidez que alguien tan pequeño pudiera mentir tan descaradamente y permanecer imperturbable en su semblante-, me retiraba cabizbajo avergonzado, atormentándome e intentando entender como podía haber yo dicho algo así.
Con el tiempo, descubrí sus maquinaciones (realmente me las confesó), pero ya era tarde y el mal estaba hecho, aunque me quedó cierto poso de satisfacción el saber que había sido engañado tanto tiempo pero que tenía razón (quien no se consuela es porque no quiere). Probablemente las inseguridades de hoy tengan su origen en aquellos sucesos y algún psicoanalista freudiano, descubra que por esa razón demuestro una conducta obsesiva que desconocía. Sin embargo, es la hermana que más quiero y cuando sucedió el atentado de Navarra di gracias al cielo de que una baja por maternidad la salvara literalmente de estar sentada en su despacho del edificio Central que quedó destrozado.
La noche antes de casarme me dejo una nota (porque somos así, cariñosos pero en la distancia) que no recuerdo bien lo que decía, pero que me dejó llorando como una Magdalena. Al año, se casaba ella en el preciso instante que Juan Pablo II nos dejaba. Pero la venganza se sirve fría y la situación actual me ofrece una situación inmejorable. Sus tres hijos son chicos y mis dos mayores niñas. Su mayor, Pablo que es mi ahijado, no es rival para mi mayor, Miriam, que ya en casa y con sus 3 años recién cumplidos, demuestra haber heredado las habilidades de su tía. Es el momento:
¡¡¡VENDETTA!!!
Ella me manda ahora este vídeo sin comentarios, pero yo sé que ella sabe por qué me lo manda especialmente a mi. Lo que no sabes es que la situación me es ahora favorable.
Pues eso que hoy tengo el día tontorrón, he visto este vídeo y me ha salido esto. Y que le den morcillas a la actualidad que viene asquerosa y solo me enfada más.
Pepo a ti también te quiero. De todos los hermanos que siguen este blog, tú eres sin duda al que más quiero.
5 comentarios:
Muy bueno Luis. Muy diferentes
Gracias a Dios y con permiso de las bibianas.
Estimado caballero:
He visto que se ha añadido a mi blog como lector asiduo.
Deseo darle las gracias, y espero que mis artículos le sean de su agrado.
un saludo desde Gran Canaria.
Gracias Jesús. Además, ellas son las favoritas. Solo ellas son madres.
Luis,
Yo también sigo la página, pensaba que desde la existencia de la casa de Cádiz yo era la preferida. ¿QUÉ VAS HACER ESTE VERANO?
Eso sí que es una sorpresa.
Tú siempre serás la pequeña y por eso, especial.
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